Este Taller de Lectura lo organizan la Junta de Castilla y León (Consejería de Cultura), la Universidad de Alcalá (Vicerrectorado de Extensión Universitaria y Relaciones Institucionales) y la Universidad de Guadalajara, con motivo de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, México, que tiene a Castilla y León como invitada de honor en 2010.




martes, 9 de noviembre de 2010

CONTESTACIÓN A LA LECTURA DE “LAS FUNDACIONES” por José Jiménez Lozano


En estas líneas que siguen, que son mi parte de conversación con ustedes, trato de comentar brevemente –tal y como podemos hacerlo– algunos aspectos de sus propias lecturas. Por ejemplo en lo que respecta a Teresa en relación con el Concilio de Trento y la lucha católica contra el luteranismo. Obviamente, Teresa es contemporánea del Concilio de Trento convocado en su primera sesión en 1440, y los inicios de la Protesta luterana son de 1517, dos años después de nacer ella, pero esta contemporaneidad no supone, sin más, nexos concretos. Y por mi parte quisiera subrayar dos hechos: el uno es que no nos consta que Teresa haya comenzado la reforma carmelitana siguiendo un mandato conciliar, sino que la suya fue una idea propia de reforma de su misma orden como deseo de mayor perfección y exigencia que habían decaído en ella; un ir más allá, con un espíritu que intuyó la propia Teresa y que quedaba referido a   las supuestas fuentes del Carmelo ermitaño que se ponían ahistóricamente en la vida eremítica y  del desierto del profeta Elías; y todo esto en el ámbito difuso de lo quehoy llamamos Pre-Reforma.

El otro extremo es el de que Teresa no parece que tuviese más idea ni información de lo que era el luteranismo que el que nos deja entrever con su preocupación por su iconoclastia y su hostilidad a la presencia eucarística en la misa o fuera del ámbito de la cena eucarística que ellos mismos celebraban. A los ojos de Teresa un protestante era simplemente un hereje que, además, vandalizaba las iglesias católicas, como a veces hicieron los protestantes efectivamente.

Por lo demás, es cierto que Teresa admiraba a los jesuitas que son ciertamente los guerreros de la contrarreforma católica, pero Teresa no ve en ellos esta condición, y su actitud ante “los señores de la Compañía”, como ella decía,  no es una actitud hacia un colectivo, sino ante cada individuo; y ella alaba, desde luego, en muchos la piedad y sobre todo sus letras o saber, pero de otros dice que harto daño la hicieron.

En cualquier caso no podemos olvidar que Pre-Reforma, Reforma y Contra-Reforma están muy ligadas y son tres aspectos de un  mismo ámbito y despertar en toda la cristiandad. Ya no podemos sostener la granítica dicotomía Reforma versus Contra-Reforma.  Y así, por ejemplo, la centralidad cristológica de la religiosidad y de la mística de Teresa de Jesús y Juan de la Cruz hace que resulte respetable tanto para la Inquisición como para los protestantes después de aquel tiempo de enfrentamiento.

En otro orden de cosas no es, desde luego, una actitud solamente personal de Teresa la de ver, sentir, y expresar una total continuidad entre el mundo de lo natural y el sobrenatural, que para nosotros es algo así como un segundo. También los luteranos y otros cristianos tienen esa misma actitud y usan este mismo lenguaje. Dios estaba entonces en el mundo a comenzar por el lenguaje: “¡A Dios!,” “¡queden con Dios”, “Si Dios quiere!”, “¡Buenos días nos dé Dios” eran ya fórmulas estereotipadas, pero se contaba con Dios en la acción, en la esperanza, en la alegría y en la desdicha. Y esto en todos los ámbitos, de la sociedad. 

El lenguaje  en el que lo sobrenatural queda integrado en lo natural es el lenguaje de todo el mundo en su tiempo, y a veces de modo que resulta objetivamente necio o blasfemo, como indica aquel proceso en el que, preguntado  un acusado por el señor inquisidor cómo hablaba con Dios contestó tranquilamente que como con  el Corregidor de su pueblo; y abundaban tanto los “Tratados sobre oración” y la precupación de la cristiandad por este asunto, que se nos dice que los llevaban consigo y los leían y meditaban las mozas de cántaro cuando iban a la fuente del agua, de manera que no tiene nada de extraño que el lenguaje de un monja fuera religioso y refiriese a Dios su vida cotidiana e invocase su providencia. Esto sucedía en todas las capas sociales de la catolicidad europea, y siguió sucediendo prácticamente hasta el XVIII.

Y esto es así de tal manera que aun las proposiciones filosóficas o populares de ateísmo, o descreimiento, no resultan nunca claras en la Europa de ese tiempo y de después, y el tema ha sido extraordinariamente estudiado por  Lucien Fevbre, en su libro “La probléme de l`incroyanye au XVIême siécle. La religion de Rabelais”, que es de 1962, y marca un hito en  la seriedad y complejidad del estudio de la creencia o no creencia religiosas. 

En cualquier caso, es perfectamente normal que una monja como Teresa que vive para quien vive lo tenga siempre en la boca. Pero ya advertía en la presentación a ustedes de este “Libro de las Fundaciones” que el lector del texto debe leerlo desde el punto de vista en que está escrito y no desde nuestros puntos de vista acostumbrados a hacer Juicios Universales sobre el pasado. Y Teresa por lo pronto avisa y más de una vez – y ésta es otra de las razones por las que resulte intocada por la Inquisición - que sus visiones no son las de sus ojos de carne, sino la de los ojos de sus adentros. Porque bien sabe que vive en un tiempo de iluminados y farsantes.

Por otra parte, no puede hacerse verdaderamente la aserción de que España estaba en la Edad Media, o pensaba y vivía según categorías medievales, aunque tampoco lo medieval es equivalente de la ignorancia y el primitivismo ni  el Renacimiento lo es del saber y la ausencia de brutalidad. Estos juicios de valor generalizados son más bien dieciochescos y decimonónicos y no tienen una base demostrativa histórica. Y podríamos decir contrariamente a esos juicios apodípticos y generales que en la Edad Media se da el triunfo de la lógica en el mundo educativo y la mentira o la brutalidad políticas  se entienden como brutalidad y mentira; mientras que es en el Renacimiento cuando se da la separación de la moral y la política, y la anomia moral de ésta, en la brutalidad y mentira políticas son consideradas como “virtú” meros instrumentos políticos; como Maquiavelo testimonió en su obra “El Príncipe”, y no se dijo por decir, a su respecto, que uno de los modelos en que se fijó al escribirlo fue Fernando el Católico.

Es decir, España no es un mundo aparte en ningún sentido del tiempo en que se vive, y es el tiempo de Teresa. Y, como les dije, hablando de la aportación española renacentista fue nada menos que la aserción de que las lenguas romances eran aptas para expresar el nuevo mundo científico, y también que la literatura y el lenguaje simbólico eran los únicos que podían expresar la existencialidad del hombre y lo que le acontecía, el mundo de sus pasiones.

La afirmación de una España como permanencia de la Edad Media no tiene sentido en ningún aspecto, y tampoco se puede seguir dogmatizando una Edad Media con la única y exclusiva presencia de los religioso, porque incluso en el plano político en ella es en la que se levanta en la conciencia y en la práctica la idea del “homo civilis” que gobierna su vida civil al margen del poder del “señor Papa” que decía Gillermo de Ockam discutiendo esta autonomía civil; y España no está al margen de estas tesis y de sus actitudes o prácticas. Incluso buena parte del clero español medieval estudia en París y en Bolonia, y Alfondo X de Castilla tiene numerosos conflictos con la Iglesia local y con el Papa.

España es una potencia colonial moderna, con intereses e intercambios económicos muy sobresalientes, por cierto, en el mercado internacional hasta de zapatos de cristal y, desde luego, en el mercado de la lana en competencia con la Señoría de Florencia; y, en realidad hasta en la literatura llamada mística, se oye como un fondo de esquilas de ovejas y corderos. Mientras, en el ámbito político e intelectual, entonces se está fraguando, por ejemplo, el Derecho Internacional en la Escuela de Salamanca que tanto influirá en Grocio, y en la disputa de Salamanca de 1559 entre el Doctor Sepúlveda y el Padre Las Casas se defiende la igualdad de la humanidad entero a propósito del descubrimiento de los indios de las Indias Occidentales. Es decir, España sabe que hay hombres que son hombres fuera de Europa y es la primera nación que pierde su egocentrismo europeo.

Y lo más curioso es que hasta la Inquisición española, a la que ordinariamente nos referimos y que no es la inquisición episcopal medieval contra herejes sino una inquisición castiza o racial, -ya que signo de la creencia cristiana es la materialidad de no descender de judíos y moros– y tribunal político, puesto que será enseguida la primera Secretaría del Reino, y, desde luego, fue  introducida con el ideal político renacentista de “cuius regio ejus religio” o el principio de que la religión en cada país debe ser la de su rey. Y hasta los judíos de Amsterdam parecían de acuerdo en esto y no discutían la expulsión que de ellos hizo el reino de España

La cuestión de si el “Libro de las Fundaciones” es historia o es literatura no parece un verdadero problema, porque resulta obvio que el libro es un conjunto de recuerdos o memoria personal, que sin duda tiene un valor histórico y testimonial, pero que no es historia científica tal y como hoy la entendemos. La historia ya no es ciertamente una de las bellas artes, pero ocurre que tampoco podemos llamar a ese libro una narración, sino en el mero sentido de contar, pero no como literatura narrativa – novela o cuento – que debe ser una fábula.

Es muy interesante que algunos amigos hayan expresado su impresión de que les parecía estar leyendo la “Guerra de las Galias” de Julio César o la “Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España” de Bernal Díaz del Castillo, -aunque quizás haya que diferenciar el motor de la escritura, pero éste es otro asunto-, y entonces se acuerda uno inevitablemente de dos cosas: la una de que Teresa nos dice que su madre y ella eran muy lectoras de los Libros de Caballerías, algo que también recuerda una de nuestras amigas lectoras. Pero ante la cita concreta que uno de esos amigos hace de Bernal Díaz del Castillo hay que decir que es él precisamente quien escribe de manera irónica pero también peligrosa –porque es escribir algo que todos los que estaban en el caso de la familia de Teresa tenían miedo a que fuera público-  que, por aquellas tierras andan los hermanos de Teresa, presumiendo de sangre limpia que es exactamente la que no tienen.

A otra lectora este “Libro de las Fundaciones” la recuerda incluso El Quijote, insistiendo en ese tono de libro de aventuras y,  a este respecto, debemos anotar de paso que Cervantes estuvo bastante ligado a la orden carmelitana reformada. Una hermana suya profesó como carmelita descalza en la misma Alcalá, y en un convento cercano a la casa de sus padres y a la de los padres de Cervantes; y, cuando se pensó en un patronazgo religioso para España, Cervantes tomó partido por el de Teresa contra Quevedo, por ejemplo, que votó por el patronazgo del apóstol Santiago a quien se proclamó, en fin como tal patrón, ya que se tenía la  convicción de que en la reconquista del suelo español invadido por los islámicos la invocación a Santiago de los ejércitos cristianos siempre había sido atendida.

La propia Teresa, como señala otro de los amigos lectores muestra y alaba la limpieza de sangre de una persona, pero nosotros ya sabemos que la familia de Teresa no lo era, como seguramente lo sabían los lectores de Bernal Díaz del Castillo, y podemos añadir que un día, cuando el Paadre Jerónimo Gracian habla a Teresa de su noble familia, ella le corta y enfatiza que no la importaría ser hija de los más viles padres de otra casta no limpia, no cristiana vieja, importándola exclusivamente ser hija de Dios. Y no dudamos de que dice verdad, pero tampoco de que quiere acabar con la conversación sobre sangres y descendencias. 

A la otra diferencia y situación de ser mujer, a la que en alguno de los comentarios de ustedes también se hace alusión, lo que me parece que debo señalar es que ésta conciencia femenina y el plano al que la habían reducido los varones, es muy viva en Teresa, y a veces la expresa con un verdadero sarcasmo, como, por ejemplo, cuando dice: que ellos, los hombres tienen conversación directa con Dios y no ellas las pobres mujeres, que sólo sirven para hilar.

Me ha parecido también muy aguda e interesante  la evocación de lo sucedido en una visita de Santa Teresa al convento que había fundado en Toledo, donde al encontrar tristes a las monjas y preguntarlas la razón de tal tristeza, contestaron: “¡Qué hemos de haber, madre! ¡Que ya no parece somos pobres!”. Nuestro amigo comenta que la pobreza no es vista como castigo, sino como virtud, y así es. Desde el punto de vista cristiano de una religiosa, la pobreza voluntaria es una virtud, pero es también un presupuesto de una vida humana, que siempre peligra al nadar en la abundancia. Y hay un excelente comentario a estas palabras de las monjas, hecho por uno de los grandes físicos del siglo XX, Erwin Schrödinger, a quien, cuenta Américo Castro, que entonces era embajador de la República Española en Alemania, que visitó en el recién creado “Instituto Max Planck” y felicitó, porque suponía que ahora trabajaría muchísimo mejor con aquellas instalaciones técnicas tan modernas. Schrödinger contestó, sin embargo, que quizás le pasaba a él también lo que a las monjas de Toledo a quienes preguntó Santa Teresa por qué estaban tan tristes y le contestaron que porque ya no eran pobres, como hemos visto. Lo que naturalmente no implica ningún desprecio ni anatema de la técnica, pero sí supone que el hombre debe vigilar para no ser desposeído por ella de lo más profundo de su ser, que es ser dueño de sí mismo y no servir a la tecnicidad ni a ninguna otra cosa. Heidegger anota que el hombre moderno que enciende un luz ha perdido el saber antiguo de encender y vigilar una candela y, como excepto una pequeña minoría, no sabe la razón científica de la luz eléctrica, todos admiramos peligrosamente el “milagro” de que hacemos el mismo gesto de presión de los dedos para encender que para apagar. A las monjas las preocupaba tener todo resuelto y por lo tanto quedar como disminuidas en la práctica de la pobreza, pero también de su saber y poder hacer cosas que el dinero evita saber hacer.

Cita otro amigo, y ya respecto  a la escritura teresiana,  la “elegancia desafeitada” que decía el propio fray Luis de León, aunque las palabras de Menéndez Pidal dan a entender que, de todas maneras, el lenguaje de Teresa es  como es porque es un lenguaje, que, sin embargo, es “la lengua de mis amas” que era la suya propia y no quería saber otra, la más académica que lógicamente está más cerca de un filólogo, pero no de un escritor. Algo que remacha una lectora que, citando a la propia Teresa cuando escribe que “en la manera del hablar, que vaya con simplicidad y llaneza y religión, que lleve más estilo de ermitaños y gente retirada, que no ir tomando vocablos de novedades y melindres, creo los llaman, que se usan en el mundo, que siempre hay novedades”, justifica su propia impresión de lectora que afirma que Teresa “narra sus andanzas y peripecias con un estilo sencillo y descuidado.

Tal cosa no es un demérito ciertamente, como ya vengo comentando desde mi pequeña introducción a esta lectura de “Las Fundaciones” e insistiré en las palabras con las que les comentaré a ustedes “La ilustra fregona”. Pero lo que parece necesario añadir aquí es que Teresa parece conocer ya por lo menos la manera de hablar que enseguida será la que Quevedo llamará de “la culta latiniparla”, y Moliére en Francia la de “las preciosas ridículas”.

Este asunto es, se mire como se mire, un manierismo del decir y el escribir que siempre se llamó novedad o vanguardia, y son realidades eternas como dijo el viejo Bernard Shaw, que aseguraba que todo cambiaba en este mundo menos la vanguardia, refiriéndose al teatro, pero algo valedero para las otras vanguardias. Y otro asunto es el juego estético con el lenguaje o los intentos de nombrar más poderosamente. Y Teresa, que es una verdadera escritora y sabe de qué habla, a lo mejor llama melindres a esos juegos con el lenguaje, sabiendo como sabe lo que cuesta la palabra que nombra la realidad y es verdadera.

Por este texto del “Libro de las Fundaciones” llega a nombrar unas cuantas realidades de su tiempo, como quien no quiere la cosa, y con una gran mano izquierda expediente retórico que la permite decir lo que quiere escribiendo que había escrito esto o lo otro, pero que la habían dicho que escribiera lo que escribía. Todo esto está conforme con su filosofía de que a veces había que soportar la necedad del mundo, y su escritura nos lo revela hasta un punto que también  una lectora describe muy bien diciendo: “Podemos escuchar las modulaciones de su voz, sus risas, ver sus gestos y los movimientos de su cuerpo al relatarnos lo cotidiano de su extraordinaria vida”.

Entre los lectores hay, finalmente, también quien estima que Santa Teresa se adelantó a su tiempo, lo que es una frase hecha en este tiempo nuestro que parece pensar que es la inauguración de la historia, y espero que no se la tome en serio. Sólo en un plano material cabe el progreso o perfeccionamiento de lo que ya se tiene;  y Teresa es, desde luego, una fuerte personalidad femenina con una gran independencia, pero podemos encontrarnos trescientos años antes con Juana de Arco, una pequeña campesina ante un tribunal de gentes doctas a quienes contesta con razones inapelables, o podemos pensar en las monjas de la Abadía de Port-Royal des Champs que se enfrentan al rey, a los obispos, a la Sorbona y al Papa en una cuestión de conciencia civil. Y seguir citando un muy largo etcétera, como se puede hacer otro recuerdo de varones que también han luchado por los seis pies de tierra de su yo, como decía Monsieur l´abbé de Saint-Cyran.
Me satisface extraordinariamente, en fin, que varios lectores se hayan acordado de “Una hora de España” que es también la hora de Teresa; pero obviamente no me es posible, como sería el caso de una presencia física y de bastante tiempo, hablar de tantos matices y sensibilidades que revelan ustedes en sus comentarios. De manera que lo que quiero y tengo que hacer es agradecérselos muy sinceramente,  y rogarles que me excusen en lo que  pueda haberles fallado.

Pero todavía estamos ante una tercera lectura, que espero que les interese igualmente, y todavía tenemos una ocasión más de otro espacio de conversación. Será un placer por mi parte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.